Sí, quisiera amarte como perra…  Pero no cualquier clase de perra, no. Quisiera amarte como perra, la de cuatro patas, la de nariz redonda, cuerpo peludo y colita inquieta.

Quisiera amarte como perra, para poder esperarte incondicional cada día, dejar lo que sea que esté haciendo y retorcerme de alegría porque tu llegada es lo mejor que le ha podido pasar a mi día. 

Quisiera amarte como perra, para que no importe lo que hagas, si te molestas conmigo por mi causa o sin ella, si simplemente estás cansado y no me quieres mirar, o si te perturba tanto algo que se te olvide que estoy ahí… quisiera amarte como perra para aun así acostarme a tu lado y sólo con mi silencio hacerte entender que estoy contigo.

Quisiera amarte como perra, para que el resentimiento, el odio o la venganza jamás existan en mi corazón; para que sin importar lo que hayas hecho, el tiempo que no me dedicaste  o las promesas que me incumpliste, siga  creyendo en ti y simplemente espere paciente a que tengas un momento para divertirnos juntos, como si nada hubiese pasado. 

Quisiera amarte como perra, para no tener que utilizar palabras para compartirte mi sentir, que baste sólo una mirada para que entiendas lo que me pasa y que lo único que quiero de ti es una caricia o un abrazo.  Amarte como perra para que de mí recibas sólo mi ternura, mi afecto y mi devoción. 

Quisiera amarte como perra para ser la más fiel y leal de las criaturas, que sin importar lo que hagas o si lo mereces o no, sepa que mi lugar es a tu lado y que sólo la muerte podrá separarme de ti.  

Sí, quisiera amarte como perra, para que me extrañes como a perra; ella te entrega todo lo que su perruna vida le permite, y cuando su organismo ya no puede más, se va tranquila porque te amó hasta el extremo, porque no desaprovechó un día para despertarte con sus besos; porque nunca hubo pretexto para dar contigo un paseo; porque nunca se dio el permiso de perder el tiempo, de guardar odios ni resentimientos y siempre tu calor, fue su lugar predilecto.

Pero tristemente no soy perra.  Dicen por ahí que pertenezco a una especie superior.  Superior en orgullo, superior en soberbia, superior en venganza, superior en resentimiento. Tan superior que nos permitimos desaprovechar a quienes amamos, dándonos el lujo de no expresar lo que sentimos, de herirnos y lastimarnos, creyendo que la muerte nos es ajena. ¡Qué curiosa superioridad!

Así que hoy lo reitero una vez más, y aunque no pueda hacerlo tal cual, me gustaría esforzarme en el intento: quisiera amarte como una perra. 

En honor a mi perrita Susana, que hoy cerró sus ojitos para siempre.

(Susy 2004-2014)

Comparte este contenido

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Selecciona la moneda
Peso colombiano