“Para que puedas deleitarte con el esplendor de un nuevo día,
tienes que haber visto cómo la noche abre paso al amanecer”.
Cristina Grajales A.
En muchas circunstancias nos podemos sentir desfallecer cuando llegan los llamados “malos momentos” a nuestra vida, generando heridas que se quedan grabadas y duelen; una pérdida de un ser querido, una ruptura afectiva, un sueño frustrado, una decepción, entre otros tantos momentos interpretados sesgadamente y que por tanto, se roban nuestra alegría, nuestra felicidad, haciéndola ver como algo efímero, algo lejano, un sin sentido… un final que llega y de repente con un soplo cambia todo de lugar.
Llega el dolor que se acerca, causando heridas y hasta has llegado a preguntarte ¿Qué más sigue?, ¿qué estoy pagando? Y en medio de tantos interrogantes que van y vienen, en medio de tu aflicción, de tus temores, buscas respuestas que no logras aclarar.
La buena noticia es que en la vida todo tiene un sentido y un propósito perfecto que obra para bien y con un fin, aún cuando creemos que todo está perdido y que es el final, llega la esperanza; pues justo después del momento más oscuro de la noche es que aparece el sol y con él, un nuevo día; justo después de una tormenta de repente, llega la calma.
Un final es la oportunidad de volver a vivir otro comienzo, es la oportunidad de mirar hacia adelante y ver los caminos que tenemos a nuestro favor, porque el tiempo y los acontecimientos van a la par con el cambio, y el cambio invita a poner orden a todo aquello que se hace necesario retomar para asumir la responsabilidad frente a las situaciones vividas y levantarnos.
Un final es la oportunidad para volver a empezar y tomar conciencia que algo tiene que cambiar en nuestra vida y es necesario sanar heridas para mirar de nuevo hacia adelante y retomar el camino.
Llegar al cambio implica salirnos de una zona de confort y el salirnos de esta zona naturalmente nos va a generar incomodidad; incomodidad que es necesaria para un crecimiento. De hecho, ocurre que cuando crecemos físicamente experimentamos grandes cambios: comienzan a tallar los zapatos, la ropa nos queda estrecha y a nivel corporal nos vamos percatando de todo esto. Sin embargo, estas “incomodidades” se traducen en “ser más grandes”. Por esta razón todo cambio que experimentamos a lo largo de nuestra vida nos lleva a forjar y a ser mejores seres humanos, mejores personas.
Partiendo de esta analogía, no hay por qué temer a las incomodidades que la vida nos trae en ciertos momentos. Finalmente, a través de ellas es que podemos crecer: “No crecemos en nuestros tiempos al sol o en la cima de una montaña. Crecemos en los oscuros valles de la confusión.” (Robin Sharma)
Y esos “valles de la confusión” que en muchos momentos nos atemorizan, nos muestran cómo se hace necesario vivirlos para que llegue un cambio, un nuevo comienzo, un renacer y por ende la grandeza. Viene a mi mente el gran líder sudafricano Nelson Mandela, que se caracterizó por la lucha hacia los suyos, hacia una libertad, hacia una igualdad, y fue precisamente a través de la prisión (en la que pasó 27 años) donde pudo experimentar el gran cambio de su vida; fue a través de la dificultad, el sufrimiento, la humillación que pudo convertirse en un gran héroe de su patria. Este gran hombre experimentó esos oscuros valles que fueron necesarios para su legado de vida y para un nuevo comienzo para él y para muchos.
Teniendo en todo lo anterior, se hace necesario entonces para iniciar un nuevo comienzo en tu vida y hacerte cargo de lo que a ti te corresponde, tener presente:
- Reconciliarte contigo mismo. No quedarte en el papel de víctima perpetua, reconócete como el protagonista de tu historia; una historia que aún con dolores nos regala la oportunidad para crecer.
- Ve paso a paso: “Del afán no queda sino el cansancio”. Debes darte tiempo para sanar las heridas del corazón y esto implica que somos diferentes; todos tenemos un ritmo y unas capacidades distintas para afrontar las situaciones. Toda sanación requiere de tiempo y para alzar el vuelo se hace necesario tiempo para recuperarnos y retomar fuerzas.
- Aceptación: En lugar de la queja, abraza tu dolor. Aceptar es tomar conciencia del presente, de lo que puedo transformar y de lo que no, y eso conlleva a hacerse cargo de lo que nos corresponde. La aceptación conlleva plenitud emocional y serenidad interior y por ende libertad. Aceptar se trata de un cambio interior y no exterior pues en muchas ocasiones no puedo cambiar lo que está ocurriendo pero sí lo que ocurre en mí.
- Resignifica: Resignificar quiere decir encontrar un nuevo significado o sentido a una situación. Todo lo que nos sucede nos invita a un aprendizaje, a una transformación interior a un nuevo comienzo que ha surgido del final de una etapa que se tenía que vivir para darle la bienvenida a otra. ¡Hoy, da un nuevo sentido a esas etapas que concluyen en tu vida, porque un final; es la oportunidad de un nuevo comienzo… es la oportunidad para volver a empezar!
Te invito a hacer eco de esta canción que en hora buena Alejandro Lerner escribió y que nos invita a ese “Volver a empezar”:
“Pasa la vida y el tiempo no se queda quieto,
llegó el silencio y el frío con la soledad.
Y en qué lugar anidaré mis sueños nuevos
y quien me dará una mano cuando quiera despertar.
Volver a empezar, que aún no termina juego.
Volver a empezar, que no se apague el fuego,
queda mucho por andar
y que mañana será un día nuevo bajo el sol.
Volver a empezar
Se fueron los aplausos y algunos recuerdos
y el eco de la gloria duerme en un placar.
Yo seguiré adelante atravesando miedos,
sabe Dios que nunca es tarde para volver a empezar.
Volver a empezar, que aún no termina juego.
Volver a empezar, que no se apague el fuego,
queda mucho por andar
y que mañana será un día nuevo bajo el sol.
Volver a empezar, volver a intentar,
volver a empezar.”
Alejandro Lerner “Volver a empezar”
Recuerda…
Un final es la oportunidad de un nuevo comienzo; Aún queda mucho por andar, mañana será un día nuevo.
¡Nunca es tarde para volver a empezar!
Autora: Cristina Grajales Acosta
Psicóloga – Clínica para la Familia
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