Cuando nos convertimos en madres, mil cosas se revuelcan en nuestro interior. Sentimos que no podremos hacerlo bien, dudamos de nuestra capacidad, desconfiamos de nuestras habilidades y hasta llegamos a pensar que esto nos quedó grande. Y esto se debe a muchas cosas, pero, particularmente, hay un aspecto que nos moviliza sobremanera, en nuestro maternar, y es la relación que tuvimos con nuestra propia madre.