Cuando llega la idea de formalizar una relación afectiva por medio del matrimonio o la convivencia, pueden surgir pensamientos propios o consejos de personas cercanas acerca de «quemar etapas» o vivir muchas experiencias afectivas y sexuales desde la soltería antes de dar ese paso al compromiso.

¿Es sano hacer eso? ¿Ayuda a prevenir la infidelidad durante el matrimonio o compromiso? En este artículo encontrarás una respuesta.

Punto de partida: ¿Cómo funciona el ser humano?

El primer paso para saber si es o no una buena idea, es conocer las dinámicas inmersas en el comportamiento y afectividad del ser humano que pueden ser un referente para indicarnos que vamos o no, por buen camino. El ser humano a partir de sus comportamientos, genera rutinas, hábitos y patrones que son aprendidos, y que luego se dan de manera mecanizada o hacen parte de las estrategias de afrontamiento de ese individuo.

En otras palabras, todo lo que hacemos se convierte en nuestra forma de enfrentar las situaciones de la vida. Si una persona estando soltera, ante el estrés se va a un bar a tomar alcohol y logra salir de su rutina, es altamente probable que esa sea la primera opción que se le ocurra cuando el estrés llegue en su vida de casada. Otro ejemplo es la estrategia de alejarnos, si en las relaciones de noviazgo previas al matrimonio o convivencia cuando algo nos parecía injusto o molesto, optábamos por alejarnos o ser agresivos, esas opciones son las que más van a estar como disponibles en nuestra mente frente a problemas de convivencia o de matrimonio. Estos ejemplos, muestran una característica del ser humano que es importante tener en cuenta:

Repetir muchas veces un comportamiento no produce que nos cansemos de hacerlo, sino que lo aprendamos mejor y nos acostumbremos a él.

Bajo esta lógica se realizan los entrenamientos deportivos y académicos; más que cansarnos, nos estamos especializando en las conductas que realizamos y estamos dejando de lado el fortalecernos en otras alternativas. Lo anterior no es malo, si hablamos de comportamientos que nos benefician como el deporte, la lectura, escritura, estudio, entre otros. Sin embargo, este principio puede llegar a ser muy perjudicial si los comportamientos son nocivos como el consumo de alcohol y otras drogas, la masturbación, la agresividad, malos hábitos alimenticios, entre otros.

¿»Quemar la etapa» de la soltería con conductas de libertinaje ayuda a estar mejor en el matrimonio o convivencia?

De acuerdo a lo anterior, es una mala idea, ya que estaríamos generando hábitos y estrategias de afrontamiento perjudiciales para una sana vida en pareja. Por ejemplo, tomar mucho alcohol o fumar en exceso no genera que nos cansemos de consumir ni disminuye las ganas de volverlo a hacer, al contrario, nos hace vulnerables a desarrollar una adicción. Que de llegarse a desarrollar, comienzan con comportamientos inicialmente adaptativos y placenteros, los cuales al aumentar su frecuencia y magnitud, la persona genera una necesidad adquirida, donde se desarrolla una conducta compulsiva.

Estás conductas pasan de generar placer a simplemente quitar la sensación de abstinencia, esto se conoce en la psicología como adicciones comportamentales

Pero entonces casarse o formalizar una relación ¿es ir en contra de nuestros instintos naturales? ¿La monogamia es una imposición cultural en contra de nuestra naturaleza?

En realidad, no. Aunque frente a la pregunta ¿El ser humano es polígamo o monógamo? existe actualmente un debate académico; podemos encontrar muchas razones en la psicología y biología del ser humano que muestran que somos monógamos. Por ejemplo, el ser humano necesita de acompañamiento de sus padres para que pueda sobrevivir por sí mismo; y además compartimos con otras especies monógamas 3 sistemas cerebrales entorno a la sexualidad, crianza y reproducción, entre otros. 

Más que quemar etapas, la vida del ser humano consiste en tomar las decisiones de qué queremos vivir y qué dejamos de lado. Algo que ha encontrado la psicología en las últimas décadas, es que el bienestar del ser humano no consiste en acumular muchas experiencias placenteras, sino de vivir pocas experiencias de manera profunda y significativa. Es mejor llenarnos de amor que distraernos con placer.

«Entonces decidí ver qué de bueno ofrecen los placeres, ¡pero tampoco a esto le encontré sentido! Y concluí que las diversiones son una locura, y que los placeres no sirven para nada.»
Eclesiastés 2:1-2

Autor:
Fabián Camilo Salinas Obando
Psicólogo y Director Académico – Clínica para la Familia

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