Es innegable desconocer como las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) avanzan rápidamente a su conversión digital, ofreciendo inmensas oportunidades para la innovación, lo cual ha impactado a la sociedad, las organizaciones y las personas. Ante este avance, las empresas han logrado ser beneficiadas a través del mejoramiento de sus procesos, de sus sistemas productivos y de esta forma ser más competitivas.
Adicional a lo anterior, las TIC también han permitido la autonomía y flexibilidad laboral de los colaboradores, el desempeño de funciones más seguras que promueven puestos de trabajo con menos riesgos asociados. Sin embargo, la fuerte incursión de las TIC en todas las áreas de la sociedad está generando una sobrecarga tecnológica, la cual, si no se aborda de forma adecuada puede conllevar a problemas de la salud y afectar el bienestar de las personas.
Diversos estudios han resaltado la aparición de nuevos riesgos emergentes asociados al uso de las TIC, tales como enfermedades cardiovasculares, fatiga, migrañas, insomnio, tensión, angustia, agotamiento, disminución de la satisfacción laboral entre otros.
Estos nuevos riesgos emergen dado a la falta de habilidad para tratar las nuevas tecnologías, la presión para estar disponible constantemente, al frecuente cambio de estas herramientas tecnológicas que conlleva a un desequilibrio entre las demandas externas y las capacidades internas, provocando una disminución de la satisfacción laboral, lo cual puede generar un menor compromiso y deserción laboral.
Además, la emergencia sanitaria COVID 19 dinamizó y aceleró en las organizaciones el uso de las TIC, debido a que muchas de estas se vieron en la obligación de adoptar una seria de estrategias para garantizar la sostenibilidad de la organización. Esta inmersión generó al interior de las instituciones traumatismo en la prestación de servicios, dado que la circunstancia actual no le permitió a muchas empresas la planificación de estos procesos, ya que generó un incremento de los factores de riesgo laborales tales como: presión, angustia, ansiedad y depresión en los colaboradores.
Sumado a lo anterior, la constante amenaza de la pérdida de la vinculación laboral y el uso prolongado de los medios tecnológicos agudizó la aparición de nuevos riesgos tales como: sobrecarga tecnológica, tecno-invasión, lo cual dificulta la separación de la vida laboral y personal, además de la tecno-incertidumbre, que hace referencia a las constantes modificaciones y actualizaciones asociadas a la evolución de la tecnología.
Ante todos estos riesgos y cambios, las empresas tienen un gran reto que enfrentar, donde desde las diferentes áreas de las organizaciones como Gestión Humana en conjunto con Seguridad y Salud en el Trabajo, surge la necesidad de implementar acciones oportunas que sirvan como inhibidores del tecnoestrés. Para esto, es importante identificar y prevenir los diferentes riesgos asociados al tecnoestrés así como promover factores protectores que ayuden a la empresa y su recurso humano a mitigar las prácticas riesgosas e improvisación que la emergencia sanitaria generó. Y es por eso que a continuación te quiero compartir los principales riesgos y factores protectores ante el tecnoestrés:
- Riesgos asociados al tecnoestrés:
- Factores protectores que se pueden promover al interior de las organizaciones:
En la Clínica para la Familia, estamos comprometidos con las organizaciones, y es por eso que tenemos un amplio portafolio de servicios que contribuyen al bienestar y la salud mental en las empresas. Porque nuestro deseo es seguir aunando esfuerzos por el bienestar de las familias, y es la razón por la cual todos nuestros colaboradores trabajan con pasión por la misión de fomentar familias, relaciones y personas sanas.
Julieth Restrepo Durango
Directora General Clínica para la Familia
