Autor Edison García Castro

…Cuando la enfermedad, que no fue invitada, trae un mensaje para hacernos más humanos…

Hace algún tiempo estaba en deuda de escribir algo sobre una gran experiencia, partiendo de que el dolor es un buen maestro y no sólo nos forma a nosotros mismos sino también a los que están a nuestro alrededor.

A simple vista sé que el título es llamativo y quizá hasta polémico, y muchos que han pasado por este proceso y esta enfermedad que hasta ha cobrado muchas vidas podrán decir lo contrario; pero porque hemos tenido en nuestra familia la experiencia del cáncer es que me atrevo a afirmarlo: EL CÁNCER TRAE BENDICIONES.

Todas las cosas (sean físicas o simplemente acontecimientos) tienen distintas formas de verse y desde nuestra humanidad tenemos la facultad de decidir cómo las miramos y comprender si nos hunden o nos levantan; si de ellas aprendemos o no.

Pues bien, es la historia la que me ha enseñado desde el dolor que aunque no vivido en carne propia lo quise hacer mío no por flagelo ni masoquismo sino por amor. La primera experiencia que me llevó a pensar que el cáncer es bueno fue con mi esposa a quien, pasados unos tres años de nuestro matrimonio, le aparecieron unas “células cancerígenas” en su cuerpo. Naturalmente aparecen los miedos de ambos (y a mi modo de ver es lo más humano que puede ocurrir) pero que con la confianza puesta en Dios obtenemos el mejor antídoto de Él que es la fuerza. Por supuesto esto generó un impacto grande en nuestras vidas pero también nos enseñó y nos permitió ver un poco más allá del dolor físico y del corazón, nos llevó a ver que el cáncer es bueno, nos llevó a vivir una vez más la promesa que nos hicimos ante el altar: en la salud y en la enfermedad, comprendiendo que amar en la salud es verdaderamente fácil pero que la enfermedad se convierte en una de las más grandes pruebas del amor.

Sin embargo la experiencia más fuerte que tuvimos con relación a esta enfermedad fue con mi madre que, para la gloria de Dios, ha sido sana en dos ocasiones.

La primera fue un impacto demasiado fuerte. Uno se la pasa viendo desde lejos esta enfermedad y lo que menos piensa es que estará cerca, pensamos que es difícil que nos ocurra a nosotros… tal vez no estamos preparados para vivirla, pero lo maravilloso de todo es que la misma enfermedad nos prepara al instante siempre y cuando aprendamos a ver el lado bueno de lo que sucede. Recuerdo muy bien las lágrimas de mi madre, también con un temor bastante grande y un miedo que en cierta medida aparecía en nuestras vidas. La segunda ocasión de esta enfermedad fue un impacto mucho mayor: El miedo a la muerte se hacía inevitable.

Fueron momentos fuertes donde humanamente sentíamos bastante temor pero no todo fue así porque aunque sabíamos las implicaciones que esta enfermedad tenía, lo que no veíamos era que traía consigo grandes enseñanzas y grandes vivencias por lo que hoy puedo afirmar con total certeza que EL CÁNCER TIENE SUS BENDICIONES OCULTAS que sólo podemos ver con la luz de Dios. Hoy recuerdo mucho una gran frase de Paulo Coelho:

“El miedo pasa cuando entendemos que nuestra historia y la historia del mundo fueron escritas por la misma Mano”.

Fue una razón para aferrarnos de esa misma Mano; fue esa la razón por la que nos aferramos a Dios.

En primer lugar debo decir que el cáncer nos mostró nuestra realidad espiritual. Quizá andábamos un poco lejos de Dios, nos faltaba estar más con Él desde la oración y fue tal vez el mejor pretexto para acercarnos un poco; el cáncer hace que uno esté más cerca de Dios. Por esa razón cuando esta enfermedad cobra vidas lo que logra es precisamente eso, que esa vida llegue a Dios. En nuestro caso generó una unidad espiritual, nos recordó la importancia de la oración y aunque no cobró la vida ni de mi madre ni de mi esposa, nos acercó a toda una familia a Dios. En ocasiones nos olvidamos que Él existe cuando nuestra propia vida demuestra su existencia por sí sola y gracias a esto lo pudimos recordar. En últimas nos unió espiritualmente y es de los principales beneficios del cáncer si así lo quisiéramos ver: unidad familiar y espiritual.

Esta enfermedad nos hizo reaccionar frente a la vida, nos hizo sentir vivos, nos hizo pensar que tenemos razones para vivir, que podemos sentir, expresar, caminar, hablar, cantar, luchar, y como lo escuchamos coloquialmente, mientras hay vida hay esperanza. El cáncer te puede llenar de vitalidad si así lo quieres, tú decides si lo ves como una cercanía a la muerte o a la vida. A nosotros nos llenó de una fuerza impresionante, nos llenó de vida, que simplemente optamos por transmitir y el resultado no puede ser distinto a vida.

El cáncer nos hizo pensar en presente. Hace parte de nuestra cotidianidad el vivir afanados planeando nuestro futuro (sin saber de hecho si lo tendremos); nos pre-ocupamos y se nos olvida ocuparnos de lo que tenemos hoy; o al contrario nos anclamos a un pasado. Si lo deseas el cáncer puede enseñarte a vivir en el presente, a que no hace falta afanarse ni anclarse a un pasado, el cáncer enseña que es este momento el que hay que disfrutar, que es hoy que hay que abrazar, besar, que es hoy cuando se debe expresar un te amo, que es hoy que hay que romper barreras y fronteras invisibles que forjamos entre nosotros mismos.

Una de las cosas que más impresiona en el proceso de quimioterapia es ver la caída del cabello; es un momento bastante fuerte y que personalmente me impactó demasiado; pero me llevó a comprender que por una parte corresponde a un proceso de sanación y por otra a saber que es el signo de toda una limpieza que posteriormente daría paso a lo nuevo y que con el nacer del nuevo cabello habría una historia nueva para contar, es poder sentir los momentos difíciles pero con la esperanza de tiempos mejores, es recordar que el momento más oscuro de la noche es justo antes de que el sol salga.

En esta parte recuerdo con mucho cariño que en todo este proceso en mi madre revivió una gran habilidad que tiene con relación al tejer, lo que la llevó a hacer sus propios gorros para cubrirse su cabeza y fue sencillamente ver que mientras tejía sus gorros estaba tejiendo redes de amor que se forjaban al interior de todos.

En cierta medida creo que todos necesitamos en algún momento de la vida este proceso de quimioterapia, que se lleve lo que tal vez nos hace daño y que dé paso al nuevo resurgir. Hoy mi madre, con su cabello nuevamente largo, nos ha enseñado que todo es nuevo, que hay más razones para vivir y que lo malo, si así lo queremos, se puede ir.

Con todo esto es que puedo una vez más afirmar EL CÁNCER TIENE SUS BENDICIONES. En esta ocasión fue el cáncer mi gran maestro, pero creo que lo podemos ver con distintas enfermedades. En últimas somos nosotros quienes decidimos de qué lado vemos las cosas y quienes podemos aprender desde el dolor; podemos ver que la enfermedad se convierte en la mejor consejera del alma.

A mi madre Maria Eugenia Castro García
A mi esposa Cristina Grajales

MIS MAESTRAS DESDE EL DOLOR

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