Desde la psicología se ha encontrado que cuando experimentamos emociones fuertes frente a una situación, esta respuesta emocional también se vincula con los objetos, lugares, personas, olores y demás estímulos que estuvieron presentes en ese momento. Por ejemplo, si sufrimos algún tipo de maltrato físico, las emociones que surgen naturalmente cuando somos lastimados como tristeza, ira y miedo, también se pueden activar tiempo después por el simple hecho de estar en un lugar parecido, o ver a una persona con ropa parecida al del maltratador.

En nuestra sociedad, existe una asociación entre estímulos que es tan común, que tal vez la hemos normalizado y es la relacionada con los objetos usados comúnmente para el maltrato infantil durante la crianza como la chancla y la correa, incluso, culturalmente se ha asociado la correa al papá y la chancla a la mamá. No es extraño que, si naciste en 1995 o antes, al ver una correa o una chancla, tu percepción implique más emociones que las que se esperan al ver una prenda de vestir.

Pero este “dato curioso” lleva consigo una verdad reveladora que sinceramente me llena de esperanza, esta verdad me la enseñó nada más que mi hija Ana Lucía, cuando un día comenzó a jugar con mi correa sin ninguna señal de miedo o prevención. A diferencia de mí, y las demás personas de mi generación y las que les anteceden, para mi hija y muchos niños y niñas actualmente, la correa y la chancla simplemente van a ser prendas de vestir, nada más.

Las grandes transformaciones sociales consisten en la sumatoria de pequeños grandes cambios como estos, por eso te invito a que no te desanimes en hacer tu parte para mejorar las cosas, recuerda que lo bueno es silencioso y lo malo ruidoso, pero los dos dejan su propia huella.

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